¿Es potable el agua en Argentina?
En un mundo que muchas veces nos piensa más como consumidores que como personas, no sorprende que algunos mitos logren instalarse como verdades reveladas. Entre ellos, hay uno que se destaca por su gran nivel de adhesión, y es el que asegura que el agua de la canilla es de peor calidad que la que se compra envasada.
Es probable que las leyendas “pura”, “limpia” o “saludable” repetidas hasta el cansancio en las publicidades nos hayan hecho inferir, por descarte, que el agua de red no lo es tanto, y, claro, ¿cómo no mirarla con desconfianza? Más si pensamos que por una hay que pagar mientras que la otra es gratis. Pero hay que decirlo: en las ciudades donde el agua de red es segura, la compra de agua envasada es injustificada.
La costumbre de comprar agua afecta innecesariamente nuestro bolsillo: un litro de agua embotellada cuesta tres mil veces más que un litro de agua de la canilla. Además hace daño a nuestra salud y al ambiente.
Basta tener en cuenta los impactos de la extracción y el envasado (la mayoría de las botellas están hechas de PET, un plástico derivado del petróleo), como así también los del transporte para distribuir el agua embotellada (que implica el uso de combustibles fósiles y la emisión de gases de efecto invernadero). Encima, hay una paradoja: se utiliza más agua en la fabricación de una botella que el agua que contiene.
La calidad “pura” del agua envasada también es cuestionable. El agua embotellada de envase retornable, como la que usan los dispensers, suele tener una calidad bacteriológica deficiente, que incluso puede tornarla no potable. El problema se debe en parte a la retornabilidad del envase, ya que el consumidor suele usarlo para usos inadecuados sin recibir luego limpieza suficiente. El PET, por ser descartable, no enfrenta este problema, pero tiene otro: bajo ciertas condiciones de tiempo, temperatura y exposición a la luz, el plástico libera sustancias potencialmente tóxicas al contenido
En muchos rincones de la Argentina, el agua de red obtenida de las napas contiene contaminantes como el arsénico, y su consumo implica un serio riesgo para la salud. Pero en ciudades como Capital Federal, donde el origen del agua es el Río de la Plata, no existe ese problema. Por lo demás, el agua de suministro público está sujeta a regulaciones mucho más estrictas que el agua embotellada.
La calidad del agua potabilizada suministrada es considerada adecuada en términos generales para el uso doméstico e industrial, estimándose que más del 90 % de la población nacional recibe agua potable de acuerdo con los estándares de salud pública.
En la mayoría de las ciudades, la continuidad del servicio de agua potable en las áreas urbanas es del 100 %. Sin embargo, en algunas ciudades del interior con un clima seco los racionamientos de agua en los meses de verano son un suceso frecuente.